Prácticamente definitiva y cada vez más económica, la depilación láser está sustituyendo otros métodos tradicionales.
Antes de optar por ella, sin embargo, hay algunos factores que se deben tener en cuenta.
Piernas perfectas durante meses, axilas e ingles sin problemas de foliculitis (granitos y vello enquistado), rostro sin sombra de vello… Y todo sin pasar por los tirones de la cera, el dolor de la depilación eléctrica o la incomodidad de la cuchilla. La depilación láser, sin embargo, no es la panacea. Al igual que otros métodos, tiene sus ventajas e inconvenientes.
La depilación láser se realiza mediante la emisión de una luz muy fuerte que atraviesa la piel hasta llegar al folículo. Una vez allí, la luz es absorbida por la melanina (la sustancia que da color al pelo y a la piel) que la transforma en calor, destruyendo el folículo de forma prácticamente definitiva.
En una sola sesión se destruyen únicamente los folículos que están en fase de crecimiento, lo que supone tan sólo el 30% de la totalidad del vello. Para lograr eliminarlos todos, es necesario, por lo tanto realizar un mínimo de cuatro sesiones.
Los resultados dependen siempre del tipo de piel y, sobre todo, de vello. Los mejores resultados se obtienen en las personas de piel blanca y vello grueso y oscuro. En el caso de tener el vello blanco o muy rubio, la depilación láser es ineficaz, ya que este vello carece de melanina.
Este tipo de tratamiento está contraindicado en mujeres embarazadas, portadores de marcapasos, personas con brotes agudos de enfermedades dermatológicas como el eccema y enfermos de epilepsia. También se desaconseja en pieles bronceadas. Es muy importante no tomar el sol durante los tratamientos con láser. Una piel bronceada tiene un riesgo mayor de sufrir quemaduras, ya que absorbe mayor cantidad de luz,
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